lunes, 25 de octubre de 2010

:)

A veces me parece que todo está sucio. Si me paro a contemplar no veo nada que se libre de ese hedor que emana siempre de lo falso o de lo feo. Todo está tocado por la necesidad de aparentar, y es imposible salir de ello. La ropa, la postura, los gestos, los gustos, lo que se dice y se hace, todo parece falso.

Te gusta lo que te dicen que te tiene que gustar, y esto es así por necesidad, o imposibilidad de que sea de otra manera. Conoces lo que se te da a conocer, lo que se te permite conocer. No somos más que títeres de nuestra maldita naturaleza social. Como los putos perros, nos amoldamos a los demás por cuestión de supervivencia, y movemos o escondemos el rabo entre las piernas a tenor de lo que se nos dice que hagamos. Y cada vez estamos más contaminados. Gracias a internet, redes sociales, y las cámaras digitales, a parte de haber acabado con toda la magia que las fotos pudieran tener hace no tanto, ahora tenemos en cada segundo de nuestras vidas un autoservicio de comida rápida de primeras impresiones que nos empacha irremediablemente el juicio y el sentido común y nos infarta cualquier tipo de naturalidad o sinceridad que pudieramos tener. Y este es solo un ejemplo más.

Da la sensación de formar parte de una carrera formada por moscas luchando por ser las primeras en llegar a la gran mierda. Y cuando me paro y veo esto, no puedo evitar hacerlo desde el desprecio más profundo. No dirigido a alguien, que también, si no dirigido a todo. Y me entran arcadas cuanto más cerca lo noto. Y pienso en irme al monte a hacer ejercicio, respirar, leer, y ver a los pájaros volar de aquí para allá, y no volver a hablar nunca jamás. Silencio y paz.

Y es que nada tiene alma ya. Nada vale, nada es. Todo tiene tintes de comercial, de ser forzado. Es aburrídisimo. Nadie cumple su palabra. Antes criticaba al honor medieval y a los estúpidos que daban su vida por un concepto tan flojo, vanidoso, y egocéntrico, pero joder, hoy la gente se esfuerza por escupir a su propio honor en la cara y luego follárselo por detrás. Aquellos, por lo menos, creían en algo. Pero este párrafo no venía al cuento

El tema es que, al final, siempre vuelvo a recobrar el aliento, me levanto, y salgo zumbando, para volver a correr en busca de la gran mierda, junto con todos los demás, confiando en ser el primero en llegar, para poder elegir, y darme un bonito festín.

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