jueves, 21 de octubre de 2010

Sencillo

De pequeño me lo pasaba genial por las tardes. Las mañanas estaban bien, caóticas, con otros niños pequeños atontados como tú correteando por ahí, y todo eso...pero las tardes eran simplemente perfectas.

A la salida de clase, me solía recoger mi padre. Me encantaba volver a casa con mi padre. Era lo que yo quería ser. Me encantaba hablar con él, y contarle lo que había hecho en el recreo. De pequeño era bueno jugando al fútbol, y se lo contaba. Sé que a él le encantaba también.

Al llegar a casa, mi padre me hacía la merienda, a la vez que se hacía la suya, y en seguida me la traía en una bandeja a mi habitación. Cereales de chocolate, leche, y alguna serie de dibujos animados, probablemente en La 2, ¿Qué más se puede pedir?. Al terminar de merendar, seguía viendo la tele, y los días que tenía suerte, me dejaban comerme unas palomitas al microondas más tarde. Luego, venía la decisión más difícil del día. La cosa estaba entre jugar a la videoconsola, seguir viendo la tele, está vez el canal plus en abierto, alguna serie como la de las gárgolas, que me encantaba, o, jugar con mi hermano al fútbol en el pasillo de casa. Cuando jugábamos, a veces le dábamos con la pelota sin querer al interruptor general de la luz de casa, y nos quedábamos a oscuras. Entonces, nos asustábamos mucho, porque mi padre trabajaba con su ordenador y perdía lo hecho, y nos echaba la bronca. Aunque luego, en realidad, no se enfadaba mucho, y no sabía por qué. Otras veces, dábamos a unas figuritas de cristal que había a un lado de la pared, y la que se enfadaba era mi madre, aunque misteriosamente nunca se llegaban a romper. Lo que no sé es por qué nunca tapamos el interruptor, o cambiamos las figuritas de sitio, si siempre les acabábamos dando.

Júgabamos horas con el balón de plástico, chutando "de campo a campo", teniendo como porterías la puerta del salón, y la de la cocina, que era translúcida, y dejaba ver la silueta de mi madre mientras ésta hacía nuestra cena. Cuando los platos empezaban a viajar desde la cocina hasta la mesa del salón, sabíamos que el partido estaba apunto de acabar, si es que no había acabado antes ya por alguna desafortunada patada a alguna de las paredes o algúna rabieta mía por ir perdiendo.

Después, cenábamos, algo rico normalmente. Terminaba, leia algún libro, y me iba a dormir, satisfecho cómo nunca. Feliz.

A veces consigo volver a sentirme así. Hoy, después de merendar, por ejemplo.
Me he tumbado en el sillón del salón, después de merendar, tapado con una manta, y he seguido viendo la serie Scrubs, que me encanta. Echaban un montón de capítulos, como cuatro seguidos, y cuando me he dado cuenta de todo el tiempo que tenía para estar ahí, he sido simplemente feliz.

Mañana, tengo un examen y una lectura a entregar, y no he empezado ninguna de las dos, pero ahora no me importa. Me siento simplemente feliz. Me quedaría para siempre aquí. Que más da lo demás....Creo que de mayor, puedo ser feliz.

1 comentario:

Bangtheflash dijo...

Esto me ha sorprendido. Me esperaba una sosada, la típica entrada nostálgica hablando sobre la infancia, y al terminar he notado algunas grietecillas en mí por las que se ha colado algo que me ha hecho estremeder (qué de vueltas he dado para decir no se ni qué ya porque tengo un sueño que me caigo). Creo que te envidio por recordar tan bien no sólo esas escenas, sino cómo te sentías. Ultimamente me cuesta bastante usar el cerebro, y aunque parezca lo contrario, esto hace que todo sea mucho más incómodo.

Un beso